El fin de semana pasado comenzó este calor abrumador que ha despedido el mes de Junio y dado la “bienvenida” a Julio… Estaba comiendo en la cafetería de un hotel y me llamó la atención la situación que se produjo cuando dos señoras alojadas en el hotel, seguidas por sus hijos, llegaron y preguntaron al camarero si podían acceder al restaurante … Cuando este les dijo que el fin de semana estaba cerrado y que sólo podría atenderlas en la cafetería, las señoras preguntaron un tanto contrariadas: ¿pero hay helados?.
Con la confirmación del camarero recibieron una de las mejores noticias que sin duda tendrían durante el fin de semana, respiraron aliviadas y procedieron a acomodarse con los niños, que ya estaban mentalmente anticipando el momento del helado…
Este escena me hizo recordar otras similares, donde los niños y los helados son los protagonistas, y que seguramente serán muy parecidas a las que cualquiera podrá tener en su memoria. El otro tema que me recordó es el conocido “Test de la Golosina”, que se ha puesto muy de moda este año, con la publicación del libro del mismo título.
En el libro, el autor (Mischel) presenta el funcionamiento de la “función ejecutiva” y su importancia a la hora de conseguir objetivos… El test clave es el que realiza con niños a los que deja solos con una golosina, prometiéndoles que recibirán dos si aguantan hasta que él vuelva… La mayoría de los niños sucumben a la tentación.
El test lo realizó Mischel en los años 60, con hijos de profesores de la Universidad de Berkeley a los que luego realizó un seguimiento de su evolución académica y profesional para sacar conclusiones de la relación entre el resultado del test en su infancia y el progreso conseguido en su vida profesional en base a su nivel de “función ejecutiva”.
Básicamente, una de las conclusiones que Mischel presenta es que hay que estar entrenados o preparados para ser capaces de vencer a la tentación. Hay que planificarlo, y bueno, mi reflexión veraniega, conectando con la escena de los helados, es si realmente tenemos la mejor educación en el día a día, para que estas nuevas generaciones sean capaces de enfrentarse a las situaciones que traen las crisis, etc…
Por supuesto, esto no quiere decir que los niños no coman helados, y tampoco abogaría en que se contengan los adultos, y menos con este calor.
Al fin y al cabo, para tener éxito, también hay que adaptarse al entorno, como ya dijo Darwin, y en verano lo mejor es refrescarse.